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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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17-06-2010

 

 

 

 

Primeros 100 días de Mujica

 

SURda

Brecha

 

Los gozos y las sombras

Hojo de ombú Mediático y desmesurado, como se lo define en uno de los artículos de esta cobertura, José Mujica llegó a la cabalística cifra de los primeros 100 días de su mandato. Una entrevista con el secretario de la Presidencia se suma a visiones que lo enfocan desde tiendas propias y ajenas. Trazos que contribuyen a delinear el boceto (porque en definitiva sólo se trata de un trimestre) de una forma de gobernar que le ha granjeado la aprobación del 63 por ciento de la población (encuesta de Equipos Mori difundida el martes 8). En cuanto a realizaciones concretas, se consultó a varios jerarcas que –además de señalar logros puntuales– destacaron la instauración de un estilo de trabajo que privilegia la orquesta.

Quizá sea incorrecto hablar de los 100 primeros días del segundo gobierno del Frente Amplio; sería más preciso hacer referencia al primer centenar del presidente José Mujica, un hombre absolutamente desmesurado, al decir de su secretario de la Presidencia (véase entrevista con Alberto Breccia). La diferencia no es menor y remite, precisamente, a la muy peculiar impronta con que el mandatario ha impregnado, para bien y no tanto, según desde dónde se mire, los distintos aspectos de la gestión de gobierno. Mediático a más no poder (en ocasiones incluso contra su voluntad y como rémora del personaje que ayudó a crear), provocador consciente de riñas y disputas entre gente de su mismo palo, tejedor de redes y acuerdos con actores de otros palos y galones, generador constante –incluso en exceso, según unos cuantos– de hechos políticos de dispar envergadura: estas y otras tantas características de su personalidad y cosmovisión política han matrizado los impulsos y los frenos de la gestión del gobierno.

LOS ÉNFASIS. Entre los primeros sobresale notoriamente la política exterior, pautada por una fuerte prioridad regional, estrategia que contó con la fina sintonía entre el presidente y su canciller, a diferencia de los primeros tiempos de la anterior administración progresista. En los primeros treinta y pocos días de gobierno, el presidente visitó cinco países de la región (Chile, Bolivia, Brasil, Argentina, Venezuela), con el propósito de inyectar “confianza política” en el proceso de integración, bajo la premisa de que “a mayor integración, mayor desarrollo”. Con todo, las prioridades políticas y comerciales de la nueva estrategia diplomática se concentraron en los dos vecinos. Con Brasil, porque se entendía que había un amplio espacio para potenciar relaciones que estaban “adormecidas”. Con Argentina, porque se avecinaba el fallo de la Corte Penal de La Haya y era preciso, además de administrar por anticipado ese resultado, encapsular definitivamente el conflicto para destrabar la trascendente agenda bilateral en materia de comercio, energía y navegabilidad de los ríos compartidos.

De este modo, entonces, los dos encuentros entre Lula y Mujica resultaron en el compromiso de avanzar en una ambiciosa agenda, con plazos perentorios de concreción, que contempla desde la multiplicación de proyectos de complementación industrial y productiva, hasta la cooperación en materia de energía y mayor integración de la infraestructura física, en particular respecto al proyecto de un puerto de aguas profundas en Uruguay, incluyendo el compromiso brasileño de eliminar las reiteradas trabas al ingreso de productos básicos de exportación. Con Argentina, en tanto, el giro en la relación sería radical: habría de pasar de un “no negociamos con los puentes cortados” (la estrategia de Tabaré Vázquez) a un “debemos negociar precisamente para liberar los puentes, pero sobre todo para destrabar el resto de la agenda bilateral”. Es cierto que el fallo de La Haya modificó sustancialmente el escenario del conflicto y facilitó este cambio de estrategia, pero también habría que recordar que mucho antes de llegar a la Presidencia, Mujica venía desplegando una agenda de contactos con los Kirchner que en los hechos pavimentó la actual relación y que, en más de un sentido, contrariaba la estrategia de Vázquez.

El equipo económico, quizá el más afiatado del gobierno, estuvo entre los más activos en el plano de anuncios y medidas concretas. Entre éstas deben ubicarse el proyecto de ley más importante presentado hasta ahora, el que permite a las afap ampliar sus inversiones a proyectos productivos y obras de infraestructura; la flexibilización de los requisitos para levantar el secreto bancario; y el cambio introducido a la reforma tributaria que permite gravar los activos en el exterior de personas físicas uruguayas (no así de personas jurídicas, es decir empresas).

Pero en el área económica, al menos, estos 100 días quizá no sean la mejor vara para medir los desafíos que aguardan al oficialismo, con su carga de tensiones internas. Porque, a modo de ejemplo, recién se han planteado lineamientos muy generales de la política salarial en el marco de los consejos de salarios, la “madre” de todas las leyes (la de presupuesto) está en elaboración y, en un plano más general, el resultado de la ecuación Estado-mercado no está del todo dilucidado.

“En términos generales estamos contentos con la marcha de estos 100 días, pero todavía no le vimos las patas a la sota”, advirtió a Brecha el senador comunista Eduardo Lorier, y enumeró las demandas: “Si nos comprometimos a una mayor distribución de la riqueza, entonces deberíamos aumentar los salarios, al menos el de varios sectores, por encima del pbi. Deberíamos poner impuestos a los capitales golondrinas, como lo hace Brasil. El papel de la inversión pública no se puede ver recortado por ningún motivo, si queremos profundizar el país productivo”. Por lo demás, el secretario general del Partido Comunista ubicó dos asuntos en el renglón de las “verdes” durante este período: la iniciativa del presidente de habilitar la prisión domiciliaria para los reclusos mayores de 70 años, incluidos los violadores de derechos humanos, y la “batalla perdida” por destinar una parte de las reservas de libre disponibilidad del Banco Central a fines sociales.

Otro de los terrenos en que la administración de Mujica pisó fuerte fue el de la seguridad pública. La “mano dura” que el gobierno aplicó para enfrentar los desbordes en los festejos por el Campeonato Uruguayo de Fútbol fue interpretada en algunos círculos de la izquierda como un quiebre de la política que se aplicó en la gestión de Vázquez, y más de un actor de aquella época evalúa que, de continuarse con la actual orientación, pueden verse en peligro las “garantías individuales”. Por lo pronto, el secretario general del Partido Socialista, Eduardo Fernández, no tuvo reparos en admitir a Brecha que “en esta gestión sin duda hay un endurecimiento del aspecto represivo” (véase recuadro).

En otros planos, el talante componedor permitió a Mujica resultados altamente valorados por la población* y la casi totalidad del sistema partidario. Los 100 días lo encontraron en medio de una jornada de “celebración” para redondear los acuerdos con la oposición en materia programática y de coparticipación en cargos de empresas públicas y otras reparticiones del Estado. También habría que registrar el esfuerzo del presidente por optimizar la relación con su partido, en aras de lograr un mayor involucramiento en los grandes trazos de la gestión de gobierno.

MARCHA ATRÁS CON FRENOS. Pero cabe anotar que los resultados de aquel talante no siempre fueron del agrado del Frente Amplio. Por ejemplo, el relacionamiento de Mujica con las Fuerzas Armadas descolocó a buena parte de su grey, y algunos de sus gestos en aras de una política de “convivencia” con los militares estuvieron a punto de provocar una rebelión colectiva. Fue el caso de la idea de someter al Parlamento un proyecto que, en sustancia, facilitaba la prisión domiciliaria de un puñado de militares torturadores recluidos en la cárcel de Domingo Arena. El episodio sirvió para que el presidente demostrara que tenía lubricada la “marcha atrás”, ante el rechazo generalizado de los sectores frenteamplistas.

Al margen de esta controversia, aún es una incógnita la traducción presupuestal que tendrá esta apuesta a la “convivencia”, fortísimamente cultivada por el presidente en maratónicas jornadas de reunión con cada uno de los comandantes de las tres armas, y en otros innumerables y frecuentes episodios de acercamiento, que por cierto han sido recíprocos.

A diestra y siniestra hay actores que perciben que al presidente “le cuesta concretar” en medidas de gestión los anuncios que con frecuencia realiza. Dificultad que parece expresarse, justamente, en aquellos planes que se han caracterizado como prioritarios. Por ejemplo, la creación del Ministerio de Gobierno –una innovación institucional que llegaría para articular una serie de reparticiones de la Presidencia y fortalecer la operativa del presidente, entre otros cometidos– va en camino de frustrarse definitivamente (la última señal en ese sentido ha sido el nombramiento de Javier Salsamendi, manejado públicamente como subsecretario de ese ministerio, en la presidencia el inau). La reactivación del transporte ferroviario, una fuerte apuesta de campaña, también se ha visto demorada (los representantes oficialistas en el directorio de afe asumieron hace unos pocos días). El ahora llamado plan de integración sociohabitacional Juntos, equiparado por su trascendencia al Plan de Emergencia del gobierno de Vázquez, ha tenido una serie de marchas y contramarchas en su concepción y planificación, y hace apenas unos días que el gobierno emitió un decreto para otorgarle cobertura institucional.

Para Mujica, según afirma el secretario de la Presidencia, la práctica es el mejor criterio de la verdad. Otros, sin embargo, invierten el aserto y creen que unas cuantas verdades requieren aún traducción práctica. n

* Según una encuesta de Equipos difundida esta semana, Mujica alcanza un 63 por ciento de aprobación popular.

 

Con Eduardo “Lalo” Fernández, secretario general del PS

“Hay un endurecimiento del aspecto represivo”

En diálogo con Brecha, el secretario general del Partido Socialista traza su propio balance de estos primeros 100 días, cuya síntesis se transcribe a continuación.

LA IMPRONTA. “No es bueno compararnos con los primeros 100 días de Tabaré, quien tuvo que agarrar el gobierno después de la peor crisis histórica del país y rápidamente debió implementar una serie de reformas. Lo que ahora ha generado grandes expectativas es Mujica presidente, el personaje, quien ha logrado generar rápidamente hechos de impacto en política internacional. Eso hay que anotarlo como una diferencia, pero buena. Después está la impronta personal. Mujica es mucho más personal en su actuación y es totalmente mediático, a diferencia de Tabaré. Creo que eso lo expone más al presidente, y por tanto es mucho más fácil el desgaste. Su impronta ha sido más por el lado de la comunicación que de la gestión política. Ha tirado sobre la mesa una agenda de discusión impresionante, filosofando mucho, ahora, ¿qué proyectos hay? Si vas al Parlamento verás que proyectos de ley del Ejecutivo no hay muchos. Hay un problema de concreción, que puede ser también de planificación de la gestión. Creo que está esperando el presupuesto para ver cómo se va a manejar. Porque tampoco hay mucho espacio fiscal, entonces darles aumentos a los policías, a los soldados, invertir en las cárceles, pagarles la mutualista a los jubilados… no sé si da para todo eso. Ahí va a estar uno de los grandes problemas que se van a dar ahora. Porque además los sindicatos, por lógica, quieren más si el país está creciendo. Y el presidente ya comprometió aumentos a policías y soldados.”

***

SEGURIDAD PÚBLICA. “En la gestión de la seguridad pública sin duda hay un endurecimiento del aspecto represivo, eso es muy claro. Es cierto que la población exige más represión, el problema es cómo te parás frente a esa situación. Si es reprimiendo a la antigua o buscando otras formas de persuasión. Ese debate en la izquierda no está laudado.”

***

FUERZAS ARMADAS. “Nosotros estuvimos de punta con la idea de excarcelar a los torturadores. La violación de los derechos humanos no tiene perdón de nadie ni atenuantes de edad. Comparto que el presidente tiene un gesto de grandeza impresionante desde su punto de vista personal, pero la guerra no fue entre el presidente y los militares. Acá la quedó un pueblo, no hubo dos demonios, hubo una estrategia de seguridad nacional que tenía que ver con reventar todo lo que pudiera ser de izquierda o democrático. Lo otro es decir “acá hubo una guerra de dos grupos y yo te perdono”, no. No confundir lo personal con lo institucional, eso es lo complicado. El presidente tiene todo el derecho a plantear lo que él entienda, además por quién es, pero eso no significa que nos obliga a todos. Porque no obliga a nadie. La lucha por la investigación de la verdad es un derecho humano fundamental del conjunto de la nación.

Es cierto que no podemos pasar cobrando facturas a quien no las debe, pero también es cierto que quienes no tienen facturas a pagar tienen que salir a decir “yo no tengo nada que ver, pero aquel otro sí”. Yo nunca culpé a la institución como tal, por eso siempre dije que la dictadura fue cívico-militar. Ahora, algunos mandos tendrían que decir: “Nosotros no tenemos nada que ver y fue espantoso lo que se hizo, nos usaron mal, y unos cuantos camaradas que no merecen llevar el uniforme de Artigas nos metieron en cualquier cosa”. La verdad hay que hacerla aparecer a como dé lugar, y la verdad lleva a la justicia.”

 

 

 
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